Según Daron Acemoglu, importante profesor de economía del MIT, las diferencias de salarios en los últimos 40 años son una consecuencia, en su mayor parte, de la automatización de labores que eran hechas antes por humanos, especialmente por aquellos sin diplomas universitarios. Otros factores han sido la globalización y el debilitamiento de los sindicatos, pero el factor más importante es la automatización. Y esto ha sido el resultado de las decisiones que las empresas y nosotros como sociedad hemos tomado sobre el uso de la tecnología, ha declarado Acemoglu al New York Times.
Esta declaración es interesante por dos razones, por lo menos: por la autoridad de la persona que la emite y por la imagen negativa que se da de la tecnología, vista generalmente, al contrario, como uno de los principales vectores de aumento de la prosperidad.
Daron Acemoglu es uno de los académicos más citados en las revistas profesionales de economía, coautor de uno de los textos de economía más utilizado en las universidades (Economics, en colaboración con David Laibson y John A. List), al tiempo que ha escrito varios bestsellers (el más conocido es Why nations fail, en colaboración con James A. Robinson). Ganador de varios premios a lo largo de su carrera, recibió en 2005 la Medalla John Bates Clark, acordada cada año por la American Economic Association al mejor economista de USA menor de 40 años, muy a menudo vista como una precursora del “Premio Nobel de Economía”. Su proximidad con las nuevas tecnologías tiene también razones familiares: su esposa es Asuman Ozdaglar, la jefa del departamento de ingeniería eléctrica e informática del MIT.
Cada que aparece una nueva tecnología, la gente que la controla acostumbra presentarla como una contribución para lograr una sociedad más prospera, es decir, más sana, equilibrada o resiliente. En su libro más reciente, Power and Progress: Our Thousand Year Struggle Over Technology and Prosperity, escrito este año en colaboración con Simon Johnson (profesor de iniciativa empresarial en el MIT y antiguo jefe economista del FMI), Acemoglu estudia las relaciones entre tecnología y prosperidad en los últimos mil años, analizando ejemplos que muestran que toda revolución tecnológica contribuye inicialmente al enriquecimiento de una pequeña élite y que una contribución más global a la sociedad no es una consecuencia automática sino el resultado de largos procesos de luchas sociales y políticas.
Las ideas presentadas en el libro pueden resumirse en cinco puntos principales:
- Mejorar la tecnología no siempre conduce a la prosperidad
- La tecnología es necesaria para laprosperidad, pero esta depende de lasdecisiones que se tomen a nivel político
- La prosperidad compartida requiere la creación de nuevas tareas, contrapoderes,representación política y regulación
- Las decisiones tomadas fueron correctas hasta los años 80, cuando empezamos aequivocarnos
- La nueva tecnología a la moda, lainteligencia artificial, debe centrarse más en la utilidad de las máquinas que en su inteligencia, si queremos que contribuya eficazmente a una sociedad más próspera.
Tecnología como creadora de prosperidad global
Nuestras sociedades son aquejadas a menudo de un mal en relación con las tecnologías: el tecno-optimismo. Los síntomas de este mal son simples a detectar: cuando una nueva tecnología aparece, es recibida con un asombro admirativo y la casi certitud que va participar en la obtención de un futuro mejor. Con las tecnologías digitales actuales, y especialmente con el reciente auge de la inteligencia artificial, estamos delante de un caso grave de este mal: escuchamos frecuentemente que todos los males de la sociedad tendrán solución con un simple click a la buena aplicación en nuestro teléfono, tableta o computador. El poder de contagio del tecno-optimismo es bastante alto: si el mal comienza en los medios industriales y/ o académicos, la transmisión a los medios de comunicación y al público en general es bastante rápida.
Sin embargo, si se estudia la historia del progreso tecnológico de los últimos mil años, como lo hacen Acemoglu y Simon en su libro, se llega a una conclusión opuesta o, por lo menos, matizada: la prosperidad global de la sociedad no es un resultado automático, garantizado por dicho progreso tecnológico. Veamos dos ejemplos estudiados en el libro:
- Durante la Edad Media, los avances tecnológicos en agricultura y construcción enriquecieron a una élite (esencialmente los miembros de la iglesia y de la aristocracia), al tiempo que mantenía en la pobreza y la ignorancia a la mayoría de la población. Los avances en las tecnologías de la construcción se utilizaban, por ejemplo, en una actividad larga y costosa: la construcción de catedrales. Y durante la de Canterbury, la esperanza de vida de los campesinos ingleses bajó a 25 años
- La Revolución Industrial, comenzada a finales del siglo XVIII y con efectos hasta nuestros días, mejoró el nivel de vida de la mayoría de las poblaciones del mundo occidental. Pero la situación de los trabajadores empeoró durante los primeros 80-90 años: la jornada laboral se amplió, las condiciones de trabajo fueron mucho más duras, las enfermedades infecciosas proliferaron, las viviendas y las condiciones sanitarias se deterioraron.
Otra constatación histórica es que las tecnologías que ayudan a una prosperidad global son aquellas que crean nuevas tareas, creando nuevos empleos que compensan la pérdida eventual de los empleos antiguos. La revolución de la industria automotriz, por ejemplo, hizo perder muchos empleos con la automatización de ciertas labores, pero creó nuevos empleos gracias al desarrollo de nuevos servicios (venta, publicidad, contabilidad, finanzas). Un ejemplo contrario es la utilización cada vez más frecuente de cajeros automáticos en los supermercados: la productividad no aumenta, la satisfacción de los clientes tampoco, pero se pierden empleos, disminuyendo de esta manera los costos asumidos por los propietarios.
Importancia de las decisiones políticas
La tecnología es, por supuesto, necesaria para aumentar la prosperidad global y su mejora es necesaria para el desarrollo económico. Pero la tecnología no es neutra y los beneficiados por sus efectos dependen de decisiones políticas y son el resultado de procesos sociales: la tecnología es inseparable del poder. Los efectos benéficos de la revolución industrial, por ejemplo, tardaron varias décadas para llegar a la mayoría de la población: fue la democracia, adoptada como sistema político, que trajo aumentos de salario y un Estado de bienestar que globalizó los sistemas sanitarios y educativos. Pero, de acuerdo a Acemoglu y Johnson, estos cambios no llegaron como una transición automática desde la situación inicial: fueron el resultado de luchas sociales y políticas, que cambiaron la dirección de las tecnologías y el número de sus beneficiarios.
En la segunda fase de la Revolución industrial, las ganancias tecnológicas se volvieron más favorables al trabajador. La creación de nuevas tareas requería nuevas formaciones, con aumentos de salarios para los trabajadores formados. Y la mayor organización en sindicatos creó medios de presión que obligaban a una mejor repartición entre los trabajadores de los beneficios aportados por el aumento de la productividad.
Las nuevas tecnologías pueden utilizarse para crear nuevas tareas y darle más poder a los trabajadores, aumentando así la prosperidad global. O, por el contrario, pueden utilizarse principalmente para disminuir los costos en mano de obra, aumentando la automatización y la vigilancia. Las decisiones de cómo utilizar las tecnologías y en cuál dirección orientar la innovación, definiendo así los ganadores y los perdedores, deberían ser tomadas colectivamente; en la práctica, son la obra de una minoría de empresarios, visionarios y, unas pocas veces, de lideres políticos. Un ejemplo reciente de esta situación ha sido la decisión de cambiar el algoritmo empleado por Facebook para priorizar las publicaciones vistas por los usuarios, decisión tomada por las directivas de Facebook sin consultación con los usuarios, buscando únicamente el aumento de los ingresos publicitarios, sin mirar las graves consecuencias colaterales.
Necesidad de nuevos contrapoderes
El poder de la tecnología, como todo poder, requiere la existencia de contrapoderes. Los sindicatos, con sus exigencias de nuevas normas de protección y de salarios más altos para los trabajadores fueron un contrapeso importante frente al poder adquirido por los nuevos “barones industriales” creados por la Revolución Industrial. Y ese contrapeso se extendió a los gobiernos democráticos elegidos con gran participación de los mismos trabajadores, gobiernos que introdujeron grandes reformas socio-económicas: regulación de las empresas, leyes anti-monopolios, impuestos a los beneficios que permitieron el financiamiento de sistemas públicos de educación y sanidad, elementos claves de la prosperidad compartida.
Evolución negativa a partir de los años 80
Las tres décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial representan la época con mayor crecimiento económico en la historia de la humanidad. Y ese crecimiento, en los países industrializados en todo caso, fue bastante bien repartido entre las diferentes capas de la población, disminuyendo sensiblemente las desigualdades económicas. Esto fue consecuencia de los equilibrios obtenidos entre la automatización y los contrapesos de los trabajadores, como vimos en el punto anterior.
Esta situación se deterioró en los años 80 con la victoria de las ideologías neoliberales en la mayor parte de los países industrializados. Por un lado, los gobiernos debilitaron los sindicatos y disminuyeron las regulaciones a las empresas. Por otro lado, en las empresas se impuso la primacía del accionista, que busca ganancias a corto plazo, muy a menudo con disminución de la mano de obra y con la explotación máxima de la restante. En esta era digital se han debilitado entonces la mayor parte de las fuerzas que ayudaban a compartir la prosperidad, dejando que la tecnología se oriente casi exclusivamente a la supresión de empleos, reemplazados por automatización, sin que haya necesariamente un aumento de productividad. Es así que la tasa de desempleo en USA para los hombres entre 25 y 54 años pasóde6%enlosaños60ael12% actualmente. Y las personas sin educación universitaria han visto disminuir sus ingresos reales, lo que conduce a una sociedad con dos niveles sociales cada vez más separados.
Problemas con la inteligencia artificial (IA)
Dentro de las nuevas tecnologías digitales, la llamada inteligencia artificial (IA) es seguramente la llamada a tener más influencia en múltiples aspectos de nuestras vidas. Como lo dice Sundar Pichai, director general de Google: « la IA es probablemente lo más importante en lo que haya trabajado la humanidad. Pienso que es algo más profundo que la electricidad o el fuego ». Para explicarlo simplemente, la IA es una rama de la informática que pretende desarrollar máquinas inteligentes, es decir, máquinas y programas capaces de exhibir capacidades de alto nivel, similares a las de los humanos.
Varias características de la IA la vuelven una tecnología única:
- Su funcionamiento está basado en un control,
- almacenamiento y tratamiento de la información inigualados en tecnologías anteriores. Y el control de la información es un elemento que puede llevar al control político, por medio de la manipulación de la opinión, por ejemplo
- Sus aplicaciones cubren campos enormes de nuestras vidas, lo que puede convertirla en un elemento omnipresente de la economía
- Un pequeño número de empresas controlan los recursos y la tecnología de la IA, creando una situación de monopolio de facto. Es difícil competir con compañías como Microsoft (2,4 billones de dólares de capitalización bursátil) o Alphabet, la sociedad madre de Google (1,6 billones de dólares). Las riquezas y el poder generado se concentran en muy pocas manos, alejadas de todo control y regulación públicos
- La IA puede causar daños graves al empleo, la privacidad y la ciberseguridad.
La creciente importancia económica de la IA y el temor de los gobiernos a matar la gallina de los huevos de oro hace que la regulación de esta tecnología sea casi inexistente o muy difícil de implementar. Sin embargo, dos medidas, por lo menos, serían necesarias y urgentes: primero, orientar la tecnología hacia aplicaciones que aumenten las capacidades humanas, más que a un remplazo de los humanos; segundo, un sistema fiscal que aumente los impuestos sobre los beneficios, de tal manera que las gigantescas empresas actuales sean obligadas a dividirse en empresas más pequeñas para pagar menos impuestos, o a pagar impuestos elevados que puedan ser utilizados para financiar bienes públicos, especialmente la educación. Como dicen Acemoglu y Johnson, “nuestro futuro no debe dejarse en manos de dos poderosas empresas que construyen imperios globales cada vez mayores con base en la utilización de nuestros datos colectivos sin escrúpulos y sin compensación.”
Citaciones
Para terminar, cuatro citaciones de Power and Progress (traducción mía):
“La mayoría de las personas en todo el mundo están en mejor situación que nuestros antepasados porque los ciudadanos y trabajadores de las primeras sociedades industriales se organizaron, cuestionaron las decisiones sobre tecnología y condiciones de trabajo tomadas por las élites, y forzaron formas de compartir de manera más equitativa los beneficios introducidos por las mejoras técnicas. Hoy necesitamos hacer lo mismo nuevamente.”“El progreso nunca es automático. El "progreso" actual vuelve a enriquecer a un pequeño grupo de empresarios e inversores, mientras que la mayoría de la gente está desempoderada y se beneficia poco. Una visión nueva y más inclusiva de la tecnología sólo puede surgir si cambia la base del poder social. Esto requiere, como en el siglo XIX, el surgimiento de contrargumentos y organizaciones que puedan hacer frente a la sabiduría convencional. Enfrentar la visión prevaleciente y arrebatarle la dirección de la tecnología al control de una élite reducida puede ser incluso más difícil hoy que en Gran Bretaña y Estados Unidos en el siglo XIX. Pero no es menos esencial.”“De lo que somos testigos hoy no es de un progreso inexorable hacia el bien común, sino de una influyente visión compartida entre los líderes tecnológicos más poderosos. Esta visión se centra en la automatización, la vigilancia y la recopilación de datos a gran escala, lo que socava la prosperidad compartida y debilita las democracias. No es casualidad que también amplifique la riqueza y el poder de esta élite reducida, a expensas de la mayoría de la gente corriente.”“El camino actual de la inteligencia artificial no es bueno para la economía ni para la democracia y, lamentablemente, estos dos problemas se refuerzan mutuamente.”
Para conocer más
- Por supuesto, la principal fuente es el libro mismo: Daron Acemoglu, Simon Johnson, Power and Progress: Our Thousand-Year Struggle Over Technology and Prosperity, PublicAffairs, 2023
- La 5 principales ideas del libro son presentadas por Acemoglu y Johnson aquí: https://nextbigideaclub.com/magazine/power-progress-thousand-year-struggle-technology- prosperity-bookbite/43321/
- Dos entrevistas interesantes con Acemoglu
https://www.youtube.com/watch?v=NwjC8lhWkSg&t=187s
https://www.youtube.com/watch?v=g2bbaRhFlZ0&t=333s - Una conferencia de Acemoglu, presentando su libro en la London Business School